viernes, 17 de abril de 2015

La llama del deporte

"Ya tengo sucesora", le dije a Javi mi exentrenador el otro día. Y él me respondió: "Ojalá". Y sí, es verdad, ójala que disfrute y saque tanto provecho del atletismo como yo lo hice.  Le debo tanto a este deporte ... me quitó de estar mucho tiempo por la calle, me enseñó a ganar pero sobre todo a saber perder, también a renunciar, a esforzarme por conseguir metas, a compartir, a conocer mis límites, a luchar ... y me dió la oportunidad de viajar por diferentes ciudades (Zaragoza , Madrid , Valencia , Santander o Barcelona entre otras).


Por eso, el otro día me decidí a llevar a la peque a las pistas a que tuviese su primera experiencia sobre el tartán. Y el restultado no pudo ser mejor: disfrutó muchísimo. Es verdad que fuimos preparados con diferentes juguetes para entretenerla (pompas, cochecito, libro...) y eso ayudó a que se sintiese segura en el espacio.


De hecho, una de las veces la sorprendí mirando al cielo, como buscando el techo. Y tiene su lógica. Después de un invierno tan duro como el que hemos pasado, los peques se acostumbran a estar a cubierto... Y bueno, le encantó estar tumbada boca arriba viendo el cielo y las nubes. Ya ves, al final te das cuenta de que lo que de verdad aprecian es lo auténtico. Entre eso y que coincidió que estaba por allí entrenando el Club Triatlon de Castro Urdiales el tiempo se nos pasó volando!


No sé si prenderá en Marina la llama del atletismo. Tanto su padre como yo hemos sido deportistas e imagino que sin querer ya se lo estamos transmitiendo. Lo que tenemos claro es que, más allá de la competición, se encuentran esos otros valores que calan en ti de manera espontánea y que van dando forma a tu caracter y te ayudan a lo largo de la vida.

También están esos momentos que nunca se olvidan ... Como el que aquí comparto con vosotros. Porque tal y como le contaré a Marina algún día: "una vez, allá por el año '92, se celebraron unos Juegos Olímpicos en nuestro país, y tuve la gran oportunidad de llevar la antorcha olímpica a su paso por nuestra ciudad". Ha llovido mucho (tenía 13 añitos) pero recuerdo cada momento, cada sensación, cada zancada... Y me doy cuenta de que todavía no se ha apagado la llama.